Hace unos días, una amiga virtual, Carla, con quien comparto un profundo deseo de ser nuestra versión más auténtica, me lanzó una pregunta: “¿Dime algo interesante que hayas aprendido?”. Mi respuesta inmediata fue: “Nada nuevo…”. Sin embargo, esa pregunta quedó rondando en mi mente, y ahora, en este newsletter, te doy una respuesta más consciente.
A menudo menciono que hace algunos años decidí tomar un camino de transformación, pero la verdad es que lo que hice fue permitirme redescubrirme. Y sigo en ese proceso. Fue así como me di cuenta de que me había convertido en una mujer complaciente.
Al principio, me invadió una profunda vergüenza por todo lo que había hecho para agradar a los demás, sacrificando partes de mí. Sin embargo, hoy comprendo que esa Karyna de antes no conocía otra opción; para ella, complacer era su única vía para encontrar felicidad y amor… aunque en realidad, nunca lo consiguió, porque estaba buscando en el lugar equivocado.
Cuando estás en ese estado, con pensamientos como “mi vida es un desastre”, “no sirvo para nada”, o “soy poca cosa”, hay una parte de ti, muy en lo profundo, que empieza a pedir ayuda. Yo comencé buscando en libros y autores como Diana Orero, Byron Katie, Miguel Ruiz, y Donald Neale Walsh. Me sorprendía la sabiduría de cada página que leía, y pensaba que era muy valioso lo que “aprendía” con la lectura.
He tenido mentores, como Maickel Melamed, Mónica Castrillón, Lily Burneo, y sigo teniendo otros… Cada vez que terminaba un taller o charla con alguno de ellos, sentía que había recibido un montón de información y que tenía que pasar “un tiempo” para poder procesarla… salía pensando, ¿cómo no aprendí esto antes?
Pero mirando hacia atrás, y haciendo un inventario de todo lo que “aprendí”, me di cuenta de algo esencial: todos esos libros, charlas, talleres, y mentores, apuntaban a un solo lugar… a buscar dentro de mí. La gran enseñanza es que no puedes “aprender” algo realmente nuevo porque todo el conocimiento ya está en ti, lo que sucede es que hemos perdido la costumbre de acceder a esa sabiduría interna.
¿Por qué? Porque estamos distraídas, enfocadas en cómo deberían ser nuestras parejas, nuestros padres, nuestros hijos… o incluso quejándonos del clima, como cuando decimos que no debería llover (admito que alguna vez lo he hecho). Vivimos en piloto automático. En mi caso, pasaba mis días preocupada por lo que los demás pensaran de mí, buscando cumplir expectativas para sentirme valiosa. Pero mientras hacía eso, ¿quién estaba viviendo mi vida?
Pensar que estás viviendo tu vida, cuando en realidad estás dirigiendo todas tus acciones y pensamientos en función de los demás, es un poco absurdo. Es una trampa… estás atrapada en aquella primera historia (sí, estás viviendo en el pasado), esa en la que te creíste indigna de amor, en mi caso, desde los 5 años no me sentía merecedora del amor de mi padre.
Siempre digo que puedes seguir esforzándote para ganar la aprobación y el amor de los demás, pero sé por experiencia que, si estás leyendo esto, ya has empezado a notar las señales:
- Te sientes triste, enojada o vacía.
- Tal vez tengas dolores de espalda o cabeza, y termines agotada cada día.
- Probablemente te castigas a ti misma, diciéndote que no eres suficiente, que lo que haces no vale nada, que todos son mejores que tú.
Esas señales son tu mapa. Te están mostrando el camino. Ahora te invito a que tomes toda esa atención que pones en los demás, todo ese esfuerzo que haces por complacer, y lo enfoques en la única persona de la que realmente eres responsable: tú misma.
Y ahora que has terminado la lectura, te hago la misma pregunta que me hizo mi amiga Carla: ¿hay algo interesante que hayas aprendido?
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